Últimamente me he reconvertido en poeta. Es difícil de saber cuánto durará esta situación, de modo que dedicaré mis próximos esfuerzos a la obra poética.
Sé que hay distintos factores que dificultan el abordaje poético en estos momentos. A estas dificultades le agregué otras de mi propia cosecha, como son las de escribir poemas largos, sobre temas abstrusos y en un canon muy anticuado, la de los versos alejandrinos (medievales, de catorce sílabas), en la variante modernista.
Si alguien se preguntara porqué hacer las cosas de ese modo le respondería de un modo muy sencillo, directo y esclarecedor: porque el numen así lo quiso.
Y con esto dejamos zanjadas todas las dudas.
Hasta ahora he firmado todas las entradas con seudónimos diferentes. Es muy probable que esto revele el carácter bochornoso que les sospechaba. Al reconvertirme en poeta he incorporado algo casi inherente a los mismos, una casi total carencia de autocrítica debida a los probables excesos emocionales que conlleva la práctica. Esto me ha llevado a mostrarme sin experimentar inhibiciones, lo que muestra a las claras lo que venimos diciendo.
Que nadie imagine más de la cuenta, lo anterior significa solamente que voy a firmar los poemas con mi seudónimo usual, es decir, mi nombre.
El siguiente poema está inspirado en una parte de una charla que dio Silo el 28 de mayo de 2010 en Manantiales, Chile. En la misma, un poco al pasar, comentó una noticia, la de que se había conseguido crear una célula en laboratorio. Ese hecho inmenso él lo comparó con el salto cualitativo que significó el uso del fuego por los seres humanos prehistóricos. Es claro que ni en aquel momento ni en este se evidenció ese enorme salto de escala en la evolución. Sin embargo, con el tiempo, es claro que fue notorio.
Por lo tanto, mientras nosotros entretenemos nuestras vidas con las cuestiones propias de nuestras vidas, la historia cuece sus habas, las cuales, casi seguramente, no comeremos.
En fin, por ahora somos dioses en el sentido de que podemos (es una forma de decir) crear vida. Por ahora no se han desarrollado los atributos de la eternidad ni el de la omnipresencia. Supongo que con el tiempo todo llegará...
"Jugar
a ser dios
Apelando
a vampiros, al homúnculo alquímico
convirtiéndose
en monstruos trozos de cementerios,
atrayendo
los rayos al fervor de lo anímico,
rebuscando
incesante de la vida misterios.
Tantos
afanes y mañas, desvaríos de noches
y
mañanas heladas, lo inmortal ya se esconde
sin
dejar penetrar a los serios fantoches
que
procuran saber el secreto está adonde.
El
saber mucho más no desata tal nudo,
mucho
más da el olvido de las ansias febriles,
la
razón, la vigilia, lo metódico mudo,
otro
paso encarrila, vive en otros rediles.
Pero
afanes profundos nunca rinden bandera
en
los pliegues se ocultan de recónditas vetas,
esperando
el momento, la ocasión, la manera,
de
salir ya a la luz realizando sus metas.
Así
muy de a poco es primero la herencia,
y
después ya vendrá descubrir cromosomas,
el
adeene entregará de la vida su esencia,
ya
aparece el fulgor de las viejas redomas.
Tan
humano es el gusto de jugar a ser dios,
alucina
los símiles de la faz de los dioses,
se
entretiene, especula, filosófico en pos
de
las claves del ser, de ya ser semidioses.
Y
la ciencia labora ardorosa en sistema
ora
busca ganancia o saber ya de todo,
el
poder se nos muestra, fascinante dilema,
se
conoce la vía, ya se sabe cual modo.
La
noticia es pequeña, secundaria en el día,
los
humanos ya son creadores de vida,
celular
organismo fabricado se avía;
jugar
ya a ser dios no es cosa prohibida.
Tan
tremendo es el paso sólo apenas sabido,
conocido
entre sabios es tenaz en su huella,
es
recurso eminente, es rescoldo curtido,
es
la ansiosa locura que conquista una estrella.
Eduardo
Montes. Agosto de 2013"
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