viernes, 23 de noviembre de 2012

La revolución


En 1996, tangencialmente inspirado en el Paisaje Humano, de Silo, me dediqué a desarrollar algunos tópicos que me parecieron de interés y que no encontré mencionados en dicha obra. Es más, su instigación a desarrollar cuestiones por los propios medios me envalentonó y así abordé temas tales como la del cuarto poder, la razón, la ecología y algunos otros, tal como la revolución que motiva esta entrada.

Es claro que no pude dejar de transformar el tema en una cuestión liviana matizada por un trasfondo entre zumbón y campechano. 

Para algunas personas es cuestionable que se traten con un talante tan confianzudo tópicos tan serios, por lo que tienden a encasillar este tipo de escritos en el rincón de las tonterías o de las humoradas de dudoso gusto. Sobre gustos hay mucho escrito pero nada que pueda considerarse definitivo o que uno diga "¡acá está, esto es!", por lo que considero refutada esta objeción.

Otros señalan que no se puede resumir en pocos párrafos desarrollos de altísima complejidad histórica y que todavía son objeto de controversia cultural y política. Estimo que no les falta razón pero en mi descargo considero que la falta de ganas es un argumento bastante sólido para justificar porqué no se han encarado las cosas de otro modo.

Por último, aunque hay una lista mayor de objeciones a las que no pienso darles prensa, algunos censuran el hecho definido como "hablar como si se supiera", que creen adivinar en estos escritos. Por una parte creo que eso está encuadrado en lo de "zumbón y campechano", pero si una porción no cupiera ahí, recuerdo que muchos son los que se expresan así. Y siendo las cosas de esta manera, ¿por qué habrían de discriminarme justo a mí, que soy yo?

Bien, despejada la turba de objetores, lo que sigue está destinado a los fieles lectores que, sin ninguna forma de crítica, simplemente se dedican a apreciar estos desarrollos, como claramente puede advertirse en los comentarios a las entradas donde no se registra una sola crítica, objeción, malestar o bostezo.

"La revolución

Durante los siglos XVIII y XIX se produjeron, al menos en lo que conocemos hoy como occidente, un montón de revoluciones.

Para que esto suceda se dieron una serie de factores coincidentes, pero fundamentalmente el hecho de que la riqueza adquirida (mal habida, por supuesto) durante toda la época de los descubrimientos y las colonizaciones terminara por formar una cantidad bastante importante de comerciantes e industriales prósperos. Estos vieron que alimentaban los estómagos y los caprichos de una casta que estaba totalmente al cohete y poco a poco comenzaron a acariciar un deseo bastante intenso de sacársela de encima.

Hubieron también ciertos factores subjetivos que los mismos implicados siquiera se atrevían a formular. Entre ellos el hecho de que, internamente, ya se habían pasado a degüello al famoso “derecho divino” que había fundamentado durante siglos la existencia de la realeza y de todos los zánganos que rodeaban el fenómeno.

Además, la prosperidad material proporcionaba satisfacciones que la espiritualidad prometía pero no cumplía, por lo que nuevos dioses se perfilaban en el firmamento.

Cuando estos señores se vieron libres de tanto rey y pavada semejante, o cuando los dejaron reducidos a figuritas decorativas, se dedicaron con mayor intensidad y entusiasmo a sus actividades preferidas, comerciar, producir, esquilmar y ganar mucho dinero.

Para todo esto sacaron a la gente del campo y se la llevaron a la ciudad donde tenían sus fábricas y comercios. Como ellos eran los nuevos amos, pusieron las condiciones que se les cantó. Y así como fueron puntillosos en reclamar y defender sus propios derechos, también fueron exhaustivos en minimizar los de aquellos que servían de fuerza de trabajo en sus emprendimientos.

Claro, todo esto no fue aceptado con beneplácito por los implicados y, muchas veces inspirados por gente que no trabajaba pero pensaba mucho, empezaron a protestar y a querer armar revueltas, despelotes y revoluciones.

Todo esto no prosperó mayormente en lo inmediato, pero palmo a palmo se fueron ganando derechos, se fueron armando sindicatos, mutuales, partidos que defendían y representaban a los trabajadores y que se planteaban dialécticamente, como les gustaba a ellos, frente a la burguesía, como llamaban a los otros.

Esto no fue tan rápido como lo estamos contando ni tan tranquilo como se podría deducir del tono que estamos utilizando, pero bueno, no estamos intentando un revival ni una descripción que quite el sueño a la gente impresionable.

Todo este proceso se sintetizó en la revolución rusa del año 1917. Habíamos comenzado por una dictadura de la nobleza por derecho divino, pasamos a una dictadura de la burguesía por derecho monetario y ahora estábamos en una dictadura del proletariado porque nos manoteamos el poder y así lo decidimos.

Claro, las cosas fueron así en términos generales porque, en realidad se pasó de la Rusia casi feudal a la Unión Soviética comunista, sin mayor lógica histórica. Pero no viene al caso, la historia, si es lógica, lo es a su manera y no a la manera del capricho de cualquier nene de mamá que se crea el non plus ultra del pensamiento universal. Así que así las cosas.

El surgimiento de la Unión Soviética no fue bien tomado por la susodicha burguesía que poseía el resto de los países que existían, por lo que la contra que tuvo esta primera experiencia socialista fue bastante intensa.

La segunda guerra mundial, una disputa entre pistoleros del mismo bando, distrajo la atención sobre este tema. Ya parecía que los soviéticos se iban a ver aparte del asunto cuando a Hitler, por un mal movimiento que efectuó mientras esquiaba en los Alpes austríacos, se le desplazó el vidrio que tenía enquistado en el cerebro y decidió correr la misma suerte que antes había sufrido los caballeros teutónicos, decidió invadir Rusia. Como era verano y hacía un tiempo que no existían ni la monarquía ni Alejandro Nevski ya no corrían el peligro de naufragar en el lago Neva. El plan era perfecto, como corresponde a la capacidad planificadora prusiana que no deja detalle librado al azar.

El tercer reich contaba con un ejercito bastante rabioso y peleador, con una industria bélica chocha con las ganancias y con suficiente hierro y carbón como para construir diez tanques para reemplazar a cinco perdidos en batalla. Además los militares nazis habían elaborado unas tácticas de guerra bastante novedosas que dejaban en ridículo a generales gordos formados en la guerra de trincheras.

Lo que estos prusianos no elaboraban (más en sentido psicoanalítico que industrial) era la fuerte vocación por el desastre que los animaba, embozada en una soberbia que no se entendía bien a qué venía.

Esta soberbia los llevó a confundir mapas con territorios y se lanzaron a la conquista del monstruo en un tiempo máximo de, según sus cálculos, tres meses. Estos cálculos fallaron y todavía andan por ahí preguntándose en qué se equivocaron o diciéndose a sí mismos: ¡Si no hubiésemos invadido Rusia!.

Pero bueno, lo hecho, hecho está. Allí se quedaron empantanados no sé cuanto tiempo y el frente oriental, como lo llamaban, se los fue devorando de a poco hasta que se les cayó el walhalla en la cabeza.

Después de estos episodios lamentables, el mundo conocido quedó dividido en dos bloques. Uno de ellos bastante monolítico, aparentemente, y el otro con muchas contradicciones internas.

En este último, inspirada por no se qué e instigada por el otro bloque, comenzó a darse una correntada revolucionarista, especialmente a partir de la década del ´60 y fundamentalmente nutrida por las nuevas generaciones.

Empezó una época desigual en sus producciones y confusa en sus objetivos, en la que la palabra revolución fue moneda corriente y donde el que no era revolucionario no ligaba una mina ni por joda.

Todo esto fue tomado muy en serio por la burguesía llevada al abstracto por un poderío económico como nunca antes se había visto en la historia (hasta después) y merced a ello comenzó una represión acorde.

La primera etapa de ese revolucionarismo fue casi festiva, pero cuando la respuesta comenzó a ser más brutal y despiadada, la cosa se tiño de negro. El romanticismo inicial cedió ante necesidades más de tipo militar y éstas a su vez cedieron ante la necesidad de salvar el pellejo.

Entrados ya en la década del ´80 fue más o menos evidente que los ímpetus revolucionaristas habían perdido terreno, que si hubo una guerra fue ganada por el bando enemigo y que había que batirse en retirada, cosa que las nuevas generaciones hicieron en masa sin necesidad de consigna alguna que las animara.

Así, el día que se derrumbó el muro de Berlín, sus trozos de concreto terminaron por sepultar las ideologías que, de acuerdo a ciertos análisis, ya estaban muertas hacía un rato, y pudo decretarse sin mucha pompa el fin de la historia.

Hoy en día nadie piensa en hacer ninguna revolución. El imperio se ha extendido por doquier contemplando su extensión con soberbia ganadora. Los derechos que demoraron siglos en conquistarse se desmontan con un plumazo, tomándose solamente algunos recaudos policiales por si hubiera alguna revuelta. Los antiguos revolucionarios oscilan entre sus necesidad de tener alguna obra social y sus estudios referentes a si la derrota de la Unión Soviética se dio en el campo político o en el económico. A nadie le quedan dudas de que el capitalismo ha ganado ampliamente y a lo sumo lloriquean para que se digne ser un poquitito más humano. Alguno que otro dedica sus esfuerzos a la moralización de la administración pública, denunciando la corrupción de algún funcionario de segunda carente de doctorado en Harvard.

Los sindicatos debilitados por el crecimiento de la desocupación ocupan sus ocios en hacer silencio para que no terminen de hacerlos pelota.

Los pensadores se pasaron en masa al postmodernismo y a cualquier forma de cinismo que sobrevuele la zona con tal de publicar algo a la moda, como para seguir puchereando.

El arte, otrora comprometido, se ha transformado en un altar al ombligo de un chabón pretensioso y aburrido. Podemos decir que, sin mucho margen para la duda, ya no existe el arte, lo que existen son tipos disfrazados de algo. ¿Qué cómo puede ser esto?. No se, pero es así.

Ahora ya todos son neoliberales. Justo ahora que en el frente neoliberal cunde el pesimismo y se aproxima el desbande. Se esperaba que los bonos basura, las manganetas con deudas externas, los ataques a monedas y las diversas fórmulas para sacarle el jugo a la gilada dieran fantásticas ganancias pero no que patearan el tablero.

El tablero no se cayó, tampoco está firme, se está cayendo. Parafraseando al demente de los grandes bigotes: Nadie se enteró que el dinero ha muerto. Es porque su muerte todavía está ocurriendo.

La gente, generalizando excesivamente, está bastante boleada. Anda de acá para allá con un dolor que le parte la cabeza, ocupada como está entre estar repodrida de todo y tratar de sostener este sistema que ojalá se caiga, pero no todavía.

Miles de millones de personas forman una inmensidad de subjetividades ignoradas. Ignoradas entre ellas y por aquellos que están en el centro de la escena. ¿Adonde va cada una de ellas?. Quién lo sabe. Ya nadie señala un rumbo, los valores, todo el mundo sabe, no valen el metal en que están acuñados. El silencio campea. Estos miles de millones están marginados, ahora o en el futuro, están marginados de todo proyecto, de toda transformación, de toda superación. Todo el tiempo es hoy y mañana andá a saber.

Cada uno de ellos siente y sabe que, un poquito cada día, está perdiendo la razón, la cordura y otros atributos de contención. Tal vez ninguno sepa qué es lo que está tolerando, pero cada uno sabe que eso le está resultando cada día más intolerable.

En el gran caldero aumenta la temperatura. Una pizca más de esto, una pizca más de aquello y pronto estará a punto.

Ya llegará el momento en que nos libremos de tanto liberalismo, sea neo o no, y todo el mundo empiece a ser puesto en filas ordenaditas a punta de sopapo. No hay que ser impaciente, todo llega, y una historia mecánica tiende a proceder en sus mecanismos con una disciplina y una obediencia que te dejan pasmado.

Claro está, si es que no sucede alguna otra cosa que reviente las reglas de cálculo, ábacos, calculadoras y otros artificios de cómputo.

Pero hay buenas noticias para los les gusta el tema de las condiciones, están todas dadas para que se produzca una verdadera revolución. Aunque nunca falta el que, cuando imagina condiciones revolucionarias, piensa en otra cosa, algo así como banderas al viento y todo el poder a los soviets. Pero estas son cosas más bien de tipo cinematográfico que político.

El intríngulis está en entrever cómo desde una etapa desilusionada, Ortega y Gasset dixit, se podrá avanzar hacia una revolución total. Seguramente no será algo que dependa de la voluntad pero sí de la intencionalidad. Guirnaldas y laureles para quien describa con precisión la diferencia entre una y otra. Y más premios aun para quien deje todo voluntarismo para desplegar toda intencionalidad.

Eddie Kropotkin"


miércoles, 21 de noviembre de 2012

Cortedad

Hacia fines de 1997 la inspiración literaria que me había acometido estaba comenzando a mostrar síntomas de agotamiento. Los temas, que suelen ser menos de lo que se podría creer, empezaron a escasear y los pocos que aparecían carecían de interés. Estaba claro que había llegado una época de sequía, cosa que posteriormente se instaló durante al menos dos años.

Cuando la escasez agrede el alma o el cuerpo suele surgir la condescendencia con los frutos que se reciben. Así, le di estatura de pensamientos, ideas, ocurrencias, intuiciones o inspiraciones a producciones que no merecerían siquiera figurar como párrafos de relleno en épocas de vacas gordas.
Pero es así, la necesidad tiene cara de hereje y justificadas en esto quedaron consignadas las siguientes pildoritas, grageas o cápsulas, metáfora medicinal que sólo se refiere al tamaño, no a cuestiones de mayor complejidad:


"Gravedad, palabra equívoca

En el año 1023 un tal Hyeronimus Frenckel inventó un dispositivo antigravitario que no llegó a ser aplicado debido, en gran parte, a que la gravedad aún no estaba legislada y en un grado no menor a la censura de la Iglesia, dios la tenga en su santa gloria, que no podía tolerar semejante menoscabo a su monopolio estatal; es decir, celestial. No fuera el caso que alguno subiera por las suyas.


Los planos y la persona del inventor terminaron como, en ese tiempo, terminaban los planos y las personas de los inventores: bastante mal.

No queremos hacer gracia de la desgracia ajena pero Hyeronimus Frenckel hubiera usado mejor su tiempo si hubiese inventado un dispositivo antiignición.

Pensamientos

A veces pienso que las cosas no deberían ser así.

Y si esto me coloca en la incómoda situación de responder preguntas obvias, responderé, anticipándome a los acontecimientos inevitables que ¿Qué se yo?. Pero así no, de otra manera, distinto...

Cuando te mueres...

Cuando te mueres te da una cosa muy, pero muy rara, como que te mueres. Fuera de eso, no hay problemas.

Sentimientos

A veces, me levanto por las mañanas (otras veces no), salgo a la calle (otras veces permanezco dentro) y sin explicarme porqué (ni donde), experimento una sensación de vida pletórica (con una jocundez de otros tiempos y otras literaturas), como una alegría muy, muy grande. Es como si me sintiera intensamente saludable e inexplicablemente feliz o inexplicablemente saludable e intensamente feliz.

Pero inmediatamente (o al poco tiempo), y antes de que los vecinos se percaten (o antes de que tomen medidas de acción directa), miro a un lado y otro (y enfrente), y me recompongo (o al menos disimulo con vigor).

Los políticos

Los políticos me encantan. ¡Son tan idiotas!

Los políticos II

Detesto a los políticos. ¡Son tan idiotas!

Multiimplicancias

Lo interesante de la multiimplicancia de los fenómenos sociales es que llevan a que la idea de causalidad explique menos que la idea de casualidad, derivando de todo esto un aumento de la confusión general, fenómeno particular que se introyecta en la corriente general de los fenómenos, realimentando el circuito, hasta producir una acumulación cuantitativa que termina por derivar en un salto cualitativo. Y así de escala en escala.

El mundo natural

Para muchos, el mundo natural no es un mundo de objetos, un mundo utensilio, más o menos manejable, sino un mundo de señales, signos, significados y hasta presagios.

Por lo menos eso es lo que me parece percibir en esas noches en que la luna baña con su candor pálido las callejas discretas de mi barrio y “algo” me intuye desde la bruma y el vello de mi cuerpo, como un solo hombre, o un solo pelo, se levanta tratando de llegar antes a casa.

Maneras

Existen, por lo menos, dos maneras de hacer cualquier cosa. Por ejemplo, la frase anterior podría haberse escrito así: “Existe una sola manera de hacer cualquier cosa”.

Y de esta manera se puede desarrollar maneras distintas en un modo multiplicativo que dé para todos los gustos.

Hay quienes piensan que las cosas se pueden hacer de una única manera sin advertir que sólo están expresando una de las tantas maneras de pensar algo.

Pienso que la única manera de concebir todo esto es dando por sentado que distintas maneras de concebir son posibles. De otro modo estaríamos restringiendo innecesariamente las posibilidades y esta no es una buena manera de encarar las cosas.

Esa es la manera en que pienso y admite diversas maneras.

Conexiones

Existen hombres que son visionarios porque están conectados a la tierra y otros lo son porque están conectados al cielo.

Existe, por otra parte, un número importante de hombres que por estar en la luna de Valencia tienen visiones lunáticas, como es obvio y manifiesto.

Y no hay mucho más con respecto al tema de las conexiones, por lo menos desde el encuadre desde el cual lo estamos analizando. Cambio y fuera.

CNN

¿Usted se ha puesto a pensar (lo dudo mucho) que si dentro de, por ejemplo, trescientos años, alguien quiere hacer un estudio histórico de esta época, tomaría como fuentes los noticieros de TV?

Josip Cross"


sábado, 10 de noviembre de 2012

Acerca de energías misteriosas

Hace poco un amigo me dijo, muy suelto de cuerpo, que el sufrimiento es mental. Yo cavilé por un instante, y después de reconocer lo acertado de su afirmación y el desagrado que me producía, repliqué que era cierto, pero omitía el hecho de que la democracia es formal, la carencia material y la crisis energética. Y con esto me pareció que quedaba zanjado el asunto, de no ser porque este amigos y otros presentes (al estilo de una claque) prorrumpieron en inexplicables carcajadas.

Por todo lo anterior y con la intención de continuar dando a conocer las "Reflexiones entomológicas" al gran público, decidí exhumar un escrito de 1997 relativo a una cierta meditación en medio de una crisis energética, es decir en medio de un apagón que me extirpó la televisión y la computadora.

"Divagaciones en medio de una crisis energética

Hacer cosas es interesante. Bueno depende de qué se haga, pero eso es ya otra discusión.

Alguien dirá que no importa qué se haga sino cómo se lo haga. Y estaremos de acuerdo y, también, en desacuerdo, porque ahí dependerá del qué del cómo.

Si el cómo se responde con un bien, muy bien, excelente, óptimo, regular, mal, pésimo, entonces hablamos de cosas distintas. Quien así responde lo está haciendo por el resultado o por los procedimientos, y no es la idea. Por lo menos no es la idea que anima estos desarrollos un tanto abstrusos.

Uno hace cosas rutinariamente, pero no sólo lo hace de ese modo en los procedimientos sino que se pone en una actitud de, cómo diría, de “rutinariedad”, es decir, algo en su interior, por llamarlo de algún modo porque veamos, ¿qué es el interior?... Bien, algo en su interior se pone de cierta manera. Y ahí, me parece, está el quid del cómo.

Y convengamos, hay cómos y cómos. El que interesa en particular es un cierto modo, para el cual no hay muchas palabras pero que se denominará, arbitraria y provisoriamente... de alguna manera. Algo que tenga que ver con una cierta concentración.

Ahí comienza nuevamente el equívoco, porque se dirá: “Claro, puesto totalmente en lo que se está realizando..., con todas las facultades al servicio de..., atento a lo que se hace..., compenetrado con el objetivo..., comprometido en la consecución de las metas propuestas... , etcétera, etcétera.”. Y no, aunque aceptable, por cortesía, tampoco es la idea.

La idea se refiere, y pido paciencia, a una cierta actitud “energética”, pero no del tipo de energía que se aplica y se consume, sino de un tipo de energía que no se aplica y no se consume, o que si lo hace, de cualquier modo no es correcto explicarla en estos términos.

Se dirá: ”Si no se aplica y no se consume es lo mismo que no existiera o que, aún existiendo, no tuviera ningún efecto, consecuencia, modo de evidencia, ni manifestación. Sería como una nada de nadidad absoluta, poco menos que una invención, un delirio de borracho, una confusión en la frontera imprecisa de aquel que escoge la locura. Una idiotez supina, la abreacción de un ánimo anémico en el límite de su dejadez”. Y otras cosas por el estilo, ninguna de ellas muy elogiosa.

Es lógico esto que se diría, es lógico y es razonable, pero también es erróneo, falso, falaz, falseado y, por sobre todas las cosas, irremediablemente aburrido.

Verán, esta actitud, esta energía que no se aplica y no se consume, además, suele aumentar en el decorrer de su actividad quieta, crece en su inmutabilidad.

Es bueno saber a estas alturas que, además de no aplicarse ni consumirse, no viene ni va sino que está o es, o más o menos eso.

¿Y qué permite hacer esta actitud energética? Nada.

¿Y entonces cómo actúa o se percibe?

Digamos, aunque no es muy acertado, que por presencia, por estar.

Podríamos definirla como una actitud de creatividad, como un impulso constante, como un iniciar sin fin, pero los equívocos serían aún mayores porque podríamos pensar en una especie de foco de imaginación desbordante y no lo es. Más bien lo contrario, es una energía vacía, un motor sin movimiento... Aunque ya estemos abusando de los atributos antagónicos.

Cuando la divagación deriva en el zen es señal de que hay que parar porque son las cinco de la mañana... o las seis...

Daf Balaban Kamanche"

lunes, 5 de noviembre de 2012

Fenomenología de la contradicción


A partir de esta entrada, y hasta nuevo aviso, van a ser publicados algunos escritos producidos, aproximadamente, entre los años 1995 y 1997. Estos estaban encuadrados en una opereta denominada "Reflexiones entomológicas" cuyo destino fue el olvido aun antes de ser recordada.

Por esos años me parecía de alta gracia hablar de temas serios con un dejo entre burlón e irónico. De algún modo tenía la impresión de que era el adobo imprescindible para darle el toque maestro a una inteligencia excelsa. 

Por supuesto que ya no pienso lo mismo, ahora la modestia se ha apoderado de mi ánimo y no considero las cosas de la  misma manera. Ya no necesito un tono irónico y burlón, me alcanza con la sencillez, el modo llano, sincero, la descripción certera y el genio agudo.

El adjetivo "excelsa" asociado a los atributos de la inteligencia me parece absolutamente inadecuado; prefiero algún otro más descriptivo, como por ejemplo: insondable o titánica.

Estos adjetivos pueden usarse individualmente o encadenados en una oración como calificativos o modificatorios del sustantivo (inteligencia, en este caso).

Bueno, como decía, el asunto es que muchas cosas ya no las pienso como antes, de modo que las afirmaciones hechas en escritos de hace más de quince años no se me pueden achacar. De cualquier forma me hago cargo de los aciertos pues, como dicen, la victoria tiene muchos padres pero la derrota es huérfana.

Aclarado lo anterior es posible encarar con mayor tranquilidad lo que sigue.

Lo que sigue:

"Emociones encontradas

Cuando usted se encuentra a conversar con algún amigo y le dice: “Tengo emociones encontradas”, usted no está queriendo decir lo que dice, o sea, no es que usted va por la calle y a la vuelta de una esquina se encuentra con unas emociones extraviadas. Esto bien podría suceder, pero usted no lo expresaría de esta manera. Usted diría: “Encontré el amor”, “me llevé un julepe bárbaro” o expresión similar.

Pero cuando usted dice que sufre emociones encontradas usted está queriendo decir otra cosa. Lo más probable es que en un momento usted sienta una cosa y un instante siguiente sienta otra. Esto no conllevaría ningún inconveniente si no fuera que para usted ambas emociones son opuestas entre sí.

De esta manera usted puede llegar a sentir, cosa muy usual, amor por una persona a las tres de la tarde y a las tres y cinco sentir que la odia con entusiasmo.

Hay otros ejemplos de emociones encontradas. Así alguna gente puede sentir que quiere que su vida cambie y, casi simultáneamente, que no se mueva nada. Esto puede ser extensible a la situación del barrio, del país o del mundo.

Si se mira con un poco de atención, esto no es un fenómeno muy insólito, es más, podemos decir sin temor a exagerar que constituye la normalidad en la vida de la inmensa mayoría.

Claro, hay épocas en que este fenómeno tan normal agrava su normalidad y no deja lugar casi a ninguna anormalidad. De esta manera, por más que usted se vista muy elegantemente, se exprese con aplomo y sonría pestañeando con lentitud, dentro de usted se va a estar desarrollando un tole tole de emociones encontradas.

Hacer tanto hincapié en este asunto de las emociones encontradas es un tanto excesivo. No solamente las emociones tienden al encuentro sino también otras funciones como el pensamiento y, para no hacer exclusiones, también las acciones, los actos humanos.

Esta descripción, un tanto estática, omite el hecho de que no solamente hay encuentro, en el sentido de contraposición, entre actividades del mismo tipo sino también entre distintos tipos de actividades. De esto se desprende que puede haber encuentro entre pensamientos y emociones, entre pensamientos y acciones, entre emociones y acciones y por último, en un insólito todos contra todos, de todas esas expresiones del alma humana entre sí, configurando lo que se podría definir como una bolsa de gatos.

Pero, esto no es vida, se afirmará. Probablemente no lo sea, pero más allá de idealismos funcionales, así parecen funcionar o no funcionar las cosas.

Todo esto, por otra parte, no debería preocupar a nadie ya que conviene a la moda del momento, que suele encontrar adorable todo lo que se muestre de modo desestructurado. Si además de mostrarse de esa manera esto funciona así, termina siendo re-fashion, con lo cual todos tienen asegurada la aceptación correspondiente de parte de todos los demás. Así que mejor no quejarse ya que, como le decía mi abuela a mi hermana menor, “si quieres ser bella debes ver estrellas”, expresión que nunca terminé de comprender del todo pero que me parece que se ajusta al caso.

Modas aparte, la cultura de este tiempo, un cierto número de ciencias bastante incuestionables y el consenso general, están de acuerdo en que la naturaleza humana es contradictoria y que en eso radica un cierto encanto que nadie sabe explicar con demasiada precisión.

Creo que en alguna parte debe haber algún motivo inconfesable que fundamente estas afirmaciones de modo tal de permitir que algunos vivos lleven adelante algún tipo de negocio. No me queda claro cual es el truco pero me queda la extraña sensación de que alguna carta debe haber en la manga de algún tahúr.

Así, con este asunto de la naturaleza humana contradictoria, pueden quedar justificadas una serie de tropelías. Unos dirán que ojalá se pudieran hacer algunas cosas, pero que infelizmente, no depende de la voluntad, y lo de “infelizmente” no va a quedar muy claro en sus semblantes porque se los va a ver muy contentos.

Algunos dirán que es necesario hacer sacrificios pero a ellos no se los va a ver muy sacrificados. Unos prometerán una cosa, no la cumplirán, y los otros mucha mala sangre no se van hacer porque “vos sabés como son estas cosas”.

Así que de esta manera, afirmando una suerte de naturaleza humana contradictoria, el campo queda despejado para comportarse de acuerdo a este axioma.

Lo paradójico es que los mayores promotores de estas ideologías en su fuero íntimo no experimentan tanto este asunto y, mediante la articulación de algún sistema de forzamientos, piensan, sienten y actúan con una unidad envidiable a la hora de lograr sus propósitos (o, más bien, despropósitos).

Me parece que este asunto de la naturaleza humana contradictoria es una tramoya más para mejor esquilar y/o esquilmar individuos y conjuntos (preferentemente) poco espabilados (también preferentemente).

Jean-Luc Gagnan"