Por todo lo anterior y con la intención de continuar dando a conocer las "Reflexiones entomológicas" al gran público, decidí exhumar un escrito de 1997 relativo a una cierta meditación en medio de una crisis energética, es decir en medio de un apagón que me extirpó la televisión y la computadora.
"Divagaciones en medio de una crisis energética
Hacer cosas es interesante. Bueno depende de qué se haga, pero eso es ya otra discusión.
Alguien
dirá que no importa qué se haga sino cómo se lo haga. Y estaremos
de acuerdo y, también, en desacuerdo, porque ahí dependerá del
qué del cómo.
Si
el cómo se responde con un bien, muy bien, excelente, óptimo,
regular, mal, pésimo, entonces hablamos de cosas distintas. Quien
así responde lo está haciendo por el resultado o por los
procedimientos, y no es la idea. Por lo menos no es la idea que anima
estos desarrollos un tanto abstrusos.
Uno
hace cosas rutinariamente, pero no sólo lo hace de ese modo en los
procedimientos sino que se pone en una actitud de, cómo diría, de
“rutinariedad”, es decir, algo en su interior, por llamarlo de
algún modo porque veamos, ¿qué es el interior?... Bien, algo en su
interior se pone de cierta manera. Y ahí, me parece, está el quid
del cómo.
Y
convengamos, hay cómos y cómos. El que interesa en particular es
un cierto modo, para el cual no hay muchas palabras pero que se
denominará, arbitraria y provisoriamente... de alguna manera. Algo
que tenga que ver con una cierta concentración.
Ahí
comienza nuevamente el equívoco, porque se dirá: “Claro, puesto
totalmente en lo que se está realizando..., con todas las facultades
al servicio de..., atento a lo que se hace..., compenetrado con el
objetivo..., comprometido en la consecución de las metas
propuestas... , etcétera, etcétera.”. Y no, aunque aceptable, por
cortesía, tampoco es la idea.
La
idea se refiere, y pido paciencia, a una cierta actitud “energética”,
pero no del tipo de energía que se aplica y se consume, sino de un
tipo de energía que no se aplica y no se consume, o que si lo hace,
de cualquier modo no es correcto explicarla en estos términos.
Se
dirá: ”Si no se aplica y no se consume es lo mismo que no
existiera o que, aún existiendo, no tuviera ningún efecto,
consecuencia, modo de evidencia, ni manifestación. Sería como una
nada de nadidad absoluta, poco menos que una invención, un delirio
de borracho, una confusión en la frontera imprecisa de aquel que
escoge la locura. Una idiotez supina, la abreacción de un ánimo
anémico en el límite de su dejadez”. Y otras cosas por el estilo, ninguna de ellas muy elogiosa.
Es
lógico esto que se diría, es lógico y es razonable, pero también
es erróneo, falso, falaz, falseado y, por sobre todas las cosas,
irremediablemente aburrido.
Verán,
esta actitud, esta energía que no se aplica y no se consume, además,
suele aumentar en el decorrer de su actividad quieta, crece en su
inmutabilidad.
Es
bueno saber a estas alturas que, además de no aplicarse ni
consumirse, no viene ni va sino que está o es, o más o menos eso.
¿Y
qué permite hacer esta actitud energética? Nada.
¿Y
entonces cómo actúa o se percibe?
Digamos,
aunque no es muy acertado, que por presencia, por estar.
Podríamos
definirla como una actitud de creatividad, como un impulso constante,
como un iniciar sin fin, pero los equívocos serían aún mayores
porque podríamos pensar en una especie de foco de imaginación
desbordante y no lo es. Más bien lo contrario, es una energía
vacía, un motor sin movimiento... Aunque ya estemos abusando de los
atributos antagónicos.
Cuando
la divagación deriva en el zen
es señal de que hay que parar porque son las cinco de la mañana...
o las seis...
Daf Balaban Kamanche"
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