sábado, 10 de noviembre de 2012

Acerca de energías misteriosas

Hace poco un amigo me dijo, muy suelto de cuerpo, que el sufrimiento es mental. Yo cavilé por un instante, y después de reconocer lo acertado de su afirmación y el desagrado que me producía, repliqué que era cierto, pero omitía el hecho de que la democracia es formal, la carencia material y la crisis energética. Y con esto me pareció que quedaba zanjado el asunto, de no ser porque este amigos y otros presentes (al estilo de una claque) prorrumpieron en inexplicables carcajadas.

Por todo lo anterior y con la intención de continuar dando a conocer las "Reflexiones entomológicas" al gran público, decidí exhumar un escrito de 1997 relativo a una cierta meditación en medio de una crisis energética, es decir en medio de un apagón que me extirpó la televisión y la computadora.

"Divagaciones en medio de una crisis energética

Hacer cosas es interesante. Bueno depende de qué se haga, pero eso es ya otra discusión.

Alguien dirá que no importa qué se haga sino cómo se lo haga. Y estaremos de acuerdo y, también, en desacuerdo, porque ahí dependerá del qué del cómo.

Si el cómo se responde con un bien, muy bien, excelente, óptimo, regular, mal, pésimo, entonces hablamos de cosas distintas. Quien así responde lo está haciendo por el resultado o por los procedimientos, y no es la idea. Por lo menos no es la idea que anima estos desarrollos un tanto abstrusos.

Uno hace cosas rutinariamente, pero no sólo lo hace de ese modo en los procedimientos sino que se pone en una actitud de, cómo diría, de “rutinariedad”, es decir, algo en su interior, por llamarlo de algún modo porque veamos, ¿qué es el interior?... Bien, algo en su interior se pone de cierta manera. Y ahí, me parece, está el quid del cómo.

Y convengamos, hay cómos y cómos. El que interesa en particular es un cierto modo, para el cual no hay muchas palabras pero que se denominará, arbitraria y provisoriamente... de alguna manera. Algo que tenga que ver con una cierta concentración.

Ahí comienza nuevamente el equívoco, porque se dirá: “Claro, puesto totalmente en lo que se está realizando..., con todas las facultades al servicio de..., atento a lo que se hace..., compenetrado con el objetivo..., comprometido en la consecución de las metas propuestas... , etcétera, etcétera.”. Y no, aunque aceptable, por cortesía, tampoco es la idea.

La idea se refiere, y pido paciencia, a una cierta actitud “energética”, pero no del tipo de energía que se aplica y se consume, sino de un tipo de energía que no se aplica y no se consume, o que si lo hace, de cualquier modo no es correcto explicarla en estos términos.

Se dirá: ”Si no se aplica y no se consume es lo mismo que no existiera o que, aún existiendo, no tuviera ningún efecto, consecuencia, modo de evidencia, ni manifestación. Sería como una nada de nadidad absoluta, poco menos que una invención, un delirio de borracho, una confusión en la frontera imprecisa de aquel que escoge la locura. Una idiotez supina, la abreacción de un ánimo anémico en el límite de su dejadez”. Y otras cosas por el estilo, ninguna de ellas muy elogiosa.

Es lógico esto que se diría, es lógico y es razonable, pero también es erróneo, falso, falaz, falseado y, por sobre todas las cosas, irremediablemente aburrido.

Verán, esta actitud, esta energía que no se aplica y no se consume, además, suele aumentar en el decorrer de su actividad quieta, crece en su inmutabilidad.

Es bueno saber a estas alturas que, además de no aplicarse ni consumirse, no viene ni va sino que está o es, o más o menos eso.

¿Y qué permite hacer esta actitud energética? Nada.

¿Y entonces cómo actúa o se percibe?

Digamos, aunque no es muy acertado, que por presencia, por estar.

Podríamos definirla como una actitud de creatividad, como un impulso constante, como un iniciar sin fin, pero los equívocos serían aún mayores porque podríamos pensar en una especie de foco de imaginación desbordante y no lo es. Más bien lo contrario, es una energía vacía, un motor sin movimiento... Aunque ya estemos abusando de los atributos antagónicos.

Cuando la divagación deriva en el zen es señal de que hay que parar porque son las cinco de la mañana... o las seis...

Daf Balaban Kamanche"

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