Quienes piensan así tienen algo de razón, pero el requisito de originalidad es para quien desea algún lucro monetario exclusivo (y excluyente) o quien está detrás del prestigio fácil (es fácil tener prestigio con descubrimientos originales).
A salvo de las pretensiones antes descriptas experimenté una libertad insospechada, lo que me permitió hacer descubrimientos de temas y objetos ya descubiertos desde tiempos ancestrales por gente tan ancestral como esos tiempos. Esto alejó mi vista del hecho en sí, del objeto, y la dirigió a la experiencia en sí del hecho (ya me mareé).
Y todo esto permitió que pudiera escribir las siguientes perogrulladas, allá por 1997, sin mayores autocríticas ni cuestionamientos.
"Respiración
No hace mucho, mientras viajaba en un ómnibus desde Córdoba a Buenos Aires, hice un descubrimiento que, en su momento, me pareció extraordinario.
Quiero
compartirlo porque me parece que puede ser de cierta utilidad en
algún terreno del quehacer humano. Espero que no sea el de la
psiquiatría.
En
un momento determinado advertí que respiraba. Advertí que yo
respiraba.
Respirar
es algo que vengo haciendo regularmente desde hace bastante tiempo
por lo que puedo asegurar que tengo cierta experiencia en el asunto.
Tal vez no tanto como otros que tienen más tiempo en esta cuestión
pero lo suficiente como para que no se me considere un novato.
No
se me escapa el hecho de que muchos antecesores, la mayoría de los
cuales ya han cesado en este ejercicio, han hecho mucho en este campo
por lo que no puedo considerarme un pionero, ni está en mi ánimo
presentarme como precursor, visionario, profeta, anticipador o cosa
por el estilo.
Sin
embargo, yo descubrí que respiraba (y aún continúo haciéndolo).
Se
podrá decir, con intención degradatoria, que puestos a descubrir
obviedades podríamos continuar con el descubrimiento de la
transpiración, el flujo sanguíneo, la ingestión de aceitunas, la
percepción del color rojo y otras funciones similares o diversas.
Pero,
insisto, yo descubrí que respiraba. Percibí con claridad que una
pequeñísima porción de aire, elemento que me rodeaba por todos
lados, ingresaba por mi nariz, se quedaba un tiempo en mis pulmones y
luego era expulsada. Y así, rítmicamente, todo el tiempo, de modo
constante.
Por
un momento me pareció que había una cierta unidad entre lo que
consideraba mi individualidad y todo lo que me rodeaba. Y me pareció
bastante bien que hubiera suficiente aire alrededor para que yo
pudiera continuar con esta práctica.
Sudarshan Kriya"
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