miércoles, 5 de diciembre de 2012

Descubrimiento

Algunas personas creen que los descubrimientos deben ser originales, es decir, deben descubrirse cosas que nadie advirtió antes, o que si la advirtieron no se dieron cuenta y no la patentaron (caso descubrimiento de América).

Quienes piensan así tienen algo de razón, pero el requisito de originalidad es para quien desea algún lucro monetario exclusivo (y excluyente) o quien está detrás del prestigio fácil (es fácil tener prestigio con descubrimientos originales).

A salvo de las pretensiones antes descriptas experimenté una libertad insospechada, lo que me permitió hacer descubrimientos de temas y objetos ya descubiertos desde tiempos ancestrales por gente tan ancestral como esos tiempos. Esto alejó mi vista del hecho en sí, del objeto, y la dirigió a la experiencia en sí del hecho (ya me mareé). 

Y todo esto permitió que pudiera escribir las siguientes perogrulladas, allá por 1997, sin mayores autocríticas ni cuestionamientos.

"Respiración

No hace mucho, mientras viajaba en un ómnibus desde Córdoba a Buenos Aires, hice un descubrimiento que, en su momento, me pareció extraordinario.

Quiero compartirlo porque me parece que puede ser de cierta utilidad en algún terreno del quehacer humano. Espero que no sea el de la psiquiatría.

En un momento determinado advertí que respiraba. Advertí que yo respiraba.

Respirar es algo que vengo haciendo regularmente desde hace bastante tiempo por lo que puedo asegurar que tengo cierta experiencia en el asunto. Tal vez no tanto como otros que tienen más tiempo en esta cuestión pero lo suficiente como para que no se me considere un novato.

No se me escapa el hecho de que muchos antecesores, la mayoría de los cuales ya han cesado en este ejercicio, han hecho mucho en este campo por lo que no puedo considerarme un pionero, ni está en mi ánimo presentarme como precursor, visionario, profeta, anticipador o cosa por el estilo.

Sin embargo, yo descubrí que respiraba (y aún continúo haciéndolo).

Se podrá decir, con intención degradatoria, que puestos a descubrir obviedades podríamos continuar con el descubrimiento de la transpiración, el flujo sanguíneo, la ingestión de aceitunas, la percepción del color rojo y otras funciones similares o diversas.

Pero, insisto, yo descubrí que respiraba. Percibí con claridad que una pequeñísima porción de aire, elemento que me rodeaba por todos lados, ingresaba por mi nariz, se quedaba un tiempo en mis pulmones y luego era expulsada. Y así, rítmicamente, todo el tiempo, de modo constante.

Por un momento me pareció que había una cierta unidad entre lo que consideraba mi individualidad y todo lo que me rodeaba. Y me pareció bastante bien que hubiera suficiente aire alrededor para que yo pudiera continuar con esta práctica.

Sudarshan Kriya"

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