domingo, 7 de junio de 2009

Dios y Descartes en la Plaza de Mayo

Qué relación puede haber entre elementos tan disímiles como Dios, Descartes y la Plaza de Mayo, es algo que se dirimió no hace mucho. Fue en algún momento del año 2004.

A la sazón estaba preocupado por muchas cosas, pero ninguna de ellas era Dios, ni Descartes ni mucho menos la Plaza de Mayo. Pero, a veces las cosas suceden por motivos más inadvertidos que misteriosos y uno se sorprende grandemente.

"Descartes

Eran las dos de la tarde y para entretener mi viaje hasta el centro tomé el pequeño librito que llevaba en un bolsillo: Meditaciones metafísicas. René Descartes.

Lo abrí en la página sesenta y cuatro, Meditación Tercera. Admiré los malabarismos del filósofo para injertar a Dios sin traicionar su método. Digamos que lo logró apelando a algunos juegos de palabras y afirmaciones sin mucho desarrollo. Cosas como que la inexistencia es una imperfección (¡!) y que, por tanto, si Dios es perfecto no puede no existir. En fin...

Es claro que hay que comprender su situación, el hombre pensaba en serio y lo hacía en un medio donde unos astutos y crueles frailes se dedicaban con esmero a pasar a deguello a cualquier sospechoso de herejía. ¡Y los que pensaban en serío eran los principales sindicados!.

Allí estaba este señor pensando, buscando la misma palanca que Arquímedes había reclamado para levantar el mundo, sólo que él quería hallar el método que pudiera levantar juntos al mundo de la ciencia y de la filosofía. Y mientras se afanaba en este intento recibía noticias sobre la condena a Galileo. Humm...

Continuaba, sí, con sus sesudas meditaciones, pero carcomido por el deseo de enviar a la hoguera sus escritos antes que ellos lo enviaran a él a algún lugar de similar temperatura...

Y en el medio de esas meditaciones la imprescindible presencia de Dios, con sus atributos correctos y aceptables bendiciendo todas y cada una de las conclusiones

Estación Bolivar. Caminé lentamente por los andenes hacia la salida.

Dios, pensé, un espiritu absoluto, presente en todo y todas las cosas, eterno e infinito, omnisciente y todopoderoso, ¡que idea tan extraña, tan inconcebible!. Cogito ergo sum, es evidente, pero ¿Dios?

Subi las escaleras de la salida que da a la Plaza de Mayo, salí a la luz exterior, elevé mis ojos y entonces, durante una millonésima de segundo sentí, advertí la presencia de Dios en todo, sentí que la vida se planteaba en otros términos y que mi existencia era tanto o más extraña que la existencia del espíritu absoluto...

Luego esa millonésima de segundo terminó."

Benito Vertebrado

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