sábado, 6 de junio de 2009

Jugando con el tiempo

Recuerdo el instante con precisión, podría describirlo con todos sus detalles, pero no recuerdo ni el día, ni el mes ni el año en que sucedió. Por aventurar una región de fechas diría que fue en el invierno de 1997 ó 1998.

El caso es que estaba esperando el colectivo 132 en la esquina de Callao y Córdoba. Era tarde y la demora se hacía tediosa. Yo miraba la distancia esperando percibir señales promisorias, pero ahí estaba, solo, en silencio, escudriñando el fondo del campo de visibilidad. Entonces pensé que en algún momento vería venir el ómnibus, en otro momento este llegaría, yo lo tomaría y mientras fuera viajando recordaría la espera. Por motivos cuya raíz se me escapa el juego me gustó y comencé a ver cada momento, cada espera, como un futuro recuerdo.

La parte más entretenida era la de intentar atrapar el instante en que la espera se transformaba en recuerdo después de pasar por el filo del presente, extraño tiempo que estaba siempre ahí y nunca se dejaba atrapar.

El relato de estas cuestiones no da para mucho más, sólo tiene variaciones incesantes para el que juega. No dice mucho para los espectadores pero para los protagonistas es como un juego repetitivo y adictivo.

De esos entretenimientos surgió una breve reflexión que pretendió tener alguna gracia.

"Observatorio

¿Ha observado usted que todas la protenciones paulatinamente se transforman en retenciones dando la ilusión de desplazamiento sin que quede clara la dirección del mismo?. ¿No?. Bueno.

No le vendría nada mal desarrollar un poco su capacidad de observación. Digo, sin animo de ofender. Es que si usted no percibe lo obvio, algo que, por lo menos, está muy cercano a sus posibilidades de observación, entonces, ¿qué se puede pretender de otros fenómenos absolutamente, ajenos, distantes, desconocidos o mal conocidos?

Nada, poco menos que nada, puede esperarse de semejante capacidad de observación. Y no es, sinceramente, que pretendamos hacer mofa, escarnio, befa, burla, ni que estemos considerándolo un tonto, un lelo, un mermo. No es eso, es sólo una observación."

Oliverio Juan

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